domingo, 9 de octubre de 2011

AH MUNDO! …LA HORA SEXTA!



Ok, es verdad, los tiempos cambian… y las costumbres también… hay cosas que llegan para facilitarnos la vida -que se yo, digamos: …el Smartphone- , y otras que se van para no volver, como la (ibérica, conveniente, útil y saludable) siesta.
Tengo el recuerdo de mi abuelo Belisario, quien después de almorzar le decía a mi abuela: “Ofelia, a la 01:20 que uno de los muchachos suba a despertarme”, esas eran sus últimas palabras antes de subir a recostarse en su sillón… y alguno de nosotros -los nietos- a la hora indicada subía a despertar al viejo. Él se alistaba y salía para su oficina, a seguir con el día… con la segunda parte del día… y ojo: eso no sucedió hace sesenta años, eso fue por ahí en los “mid-nineties”…
Pero bueno! Eso ha cambiado… La siesta, hoy quedó sólo “bien vista” para los bebés recién nacidos y los viejitos… “justificada” para los enfermos… “imperdonable” para el ocupado ser humano contemporáneo que no puede ni debe perder un minuto/centavo.
Yo tengo que trabajar (quién no!?) y por supuesto que soy un hombre de mi tiempo, víctima del apuro, el trajín, el no-tengo-chance-de-nada, el Caracas-es-una-sola-cola…
Pero qué sensación única es esa que uno experimenta cuando un día cualquiera, luego de haber almorzado en casa, uno manda todo a la mierda, se quita los zapatos, coloca el teléfono en “silent mode”, se recuesta, cierra los ojos y se entrega a la siesta! “LIBERTAD PURA”…
Cómo no! Ya sé que hay estudios serísimos sobre el tema, que señalan las ventajas bio-químicas, fisiológicas y psicológicas del descanso en la jornada, etc…  grandes descubrimientos de hoy día, que Benito (será por eso patrón de Europa?) por allá en el año 500, puso en su Santa Regla al dividir las hora canónicas… y al mediodía correspondió la hora sexta, para hacer una pausa en las labores cotidianas.
Pero yo simplemente hablaré aquí, desde mi caso personal:   bastan 15 minutos (ó más… no importa…) despertarse y continuar -como si nada- con el día… Carajo! la vida se ve distinta, la tarde se ve distinta, la oficina se ve distinta… Uno va con más ánimos, con mejor talante, descansado…
Lástima que puedo hacerlo poco!
Pero cuando una tarde, nos topemos por ahí, y me vean de buen humor y oloroso a Jean-Marie Farina… no pregunten pendejadas…!

Juancho Pérez

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